martes, 2 de diciembre de 2014

"LO BUENO, LO MALO Y LO FEO: LAS MUCHAS CARAS DE LA EVALUACIÓN" de Moreno-Olivos.

Lo bueno, lo malo y lo feo: las muchas caras de la evaluación
Tiburcio Moreno-Olivos
Resumen
En los últimos años la evaluación ha tenido un gran impulso en el sistema educativo, de modo que actualmente ocupa un lugar destacado en los centros escolares. La evaluación tiene diversas aristas que producen distintos efectos en la vida de los sujetos y las instituciones educativas. 

Presentación
La década de los noventa, en la educación pública en México, irrumpe la evaluación y surgen la mayor parte de los organismos, agentes y programas evaluadores. Desde entonces, la evaluación ha ido infiltrándose sigilosamente, pero con la fuerza suficiente para permear todos los niveles educativos. Esta tarea se emprendió con la convicción, por parte de las autoridades y líderes educativos, de que la evaluación nos conduciría a lograr la calidad de la educación, haciendo al sistema más eficiente y transparente. Pero no ha sido así en absoluto, lo cierto es que no han sido tan espectaculares como los promotores oficiales y sus seguidores han pretendido hacer creer. La evaluación es un proceso multidimensional, complejo y polémico en todas partes del mundo. La evaluación, al igual que un prisma, tiene muchas caras; con logros y efectos indeseables.

LO BUENO
La evaluación como recurso imprescindible para lograr la calidad
El término de calidad  siempre va a guardar una relación intrínseca con la evaluación. Toda evaluación siempre se hace con base en un modelo que sirve como patrón o estándar de comparación, a partir del cual se determina el mérito o valor del objeto evaluado. El estándar indica lo bueno que debería ser. Pero al tener un carácter subjetivo, fijar estándares es pues una labor sumamente difícil.

La evaluación  es una práctica que llegó para quedarse y por consecuencia ha llegado la rendición de cuentas, pues el sistema estatal de educación opera con fondos públicos, por tanto, el manejo del dinero debe hacerse con absoluta transparencia.
Emerge una cultura de la evaluación,  aún incipiente, que se está emprendiendo con errores y tropiezos. Pero,   si la evaluación no puede eliminarse, hay que sacarle el máximo provecho posible. Realizando buenas evaluaciones (no muchas, las necesarias).

La evaluación entendida como un proceso formativo
Desde que Scriven (1967), en el discurso se han enfatizado las bondades de la evaluación formativa, aunque en la práctica ésta ha permanecido a la sombra de la sumativa, cuya hegemonía el sistema educativo sigue siendo notoria.
Una de las funciones pedagógicas más importantes es aquella que se emplea para que los evaluados identifiquen y reconozcan las fortalezas de su aprendizaje y lo que aún les falta por lograr. La evaluación formativa, se caracteriza por ser continua y estar integrada de manera natural en el proceso de enseñanza-aprendizaje mientras éste ocurre, no debe ser vista como un agregado al final del proceso (Gimeno, 1995; Moreno, 2004).

La evaluación como fuente de motivación para aprender
Una de las funciones pedagógicas más importantes de la evaluación es la motivación que puede producir en los participantes.  Las formas en las cuales la evaluación puede afectar la motivación y la autoestima de los alumnos, así como los beneficios que implica comprometerlos en la autoevaluación, sugieren que ambos merecen una cuidadosa atención.
La mayoría de nosotros hemos crecido en aulas en las cuales nuestros profesores creían que la forma de potenciar el aprendizaje era maximizar la ansiedad, y la evaluación siempre tenía que ser el intimidador más grande. Según esta óptica, se piensa que se puede motivar a los alumnos para un esfuerzo mayor, “estableciendo estándares académicos más altos”, “subiendo el listón” e implementando más pruebas de alto impacto. Pero hay que hacer notar, sin embargo, que esto es cierto sólo para algunos alumnos.
Otro amplio segmento de la población escolar, cuando es enfrentado con un reto todavía más difícil que el primero en el que ya ha fracasado, no redoblará sus esfuerzos, verán los altos estándares y las demandas por puntuaciones más altas en las pruebas como inalcanzables, y caerán en la desesperanza

Evaluación del aprendizaje y para el aprendizaje
Podemos usar la evaluación para aprender, pues si las evaluaciones del aprendizaje proveen evidencia del logro para informes públicos, las evaluaciones para el aprendizaje sirven para ayudar a los estudiantes a aprender más. El efecto de la evaluación para el aprendizaje consiste en que los alumnos se mantengan aprendiendo y permanezcan confiados en que ellos pueden continuar aprendiendo productivamente, que no caigan en la frustración ni en la desesperanza.
Si deseamos maximizar el logro de los educandos, debemos poner una mayor atención a la mejora de la evaluación de aula (Stiggins, 2002).

LO MALO
Una evaluación que profundiza la desigualdad
No hay una evaluación diferenciada ni ajustada a realidades tan distintas. El descuido en la difusión de los resultados de la evaluación del aprendizaje, desde luego, mina la confianza y la moral de las escuelas, daña la autoestima de los alumnos y sus profesores, con lo que se discrimina a los grupos desfavorecidos y se perpetúan las diferencias entre escuelas e individuos.

Evaluación que refuerza una cultura de fiscalización
Una dimensión negativa de la evaluación es cuando se emplea con fines de control de los alumnos. A partir de los resultados de la evaluación, se establece un ranking y según la posición que se obtenga en dicha clasificación, se reparten premios y castigos a los individuos evaluados.
Desde esta postura se concibe a la evaluación como un mecanismo de control a distintos niveles: de los profesores sobre los alumnos, del centro educativo sobre los profesores y alumnos, y de los administradores y diseñadores del currículo sobre el sistema, o sea, sobre todos y cada uno de los anteriores (Fernández, 1994).

Evaluación que prioriza sus funciones administrativas
Lo que trae como consecuencia:
a) fomentan un significativo individualismo al estimular la competencia entre los alumnos para la obtención de ciertas recompensas;
b) criterios de evaluación poco claros;
c) informes de evaluación deficientes;
d) la evaluación en manos de personal improvisado, lo que pone en duda su formación, capacidad y objetividad en la tarea;
e) evaluación al servicio de satisfacer las necesidades de información del sistema burocrático-administrativo, antes que de los alumnos y los profesores;
f) prácticas que refuerzan repartir premios y castigos a los evaluados,
g) evaluación que modela el tipo de alumno al que se debe aspirar si se quiere tener acceso a los beneficios que promete, entre otros.

Mucha evaluación pero sin cambios
Hacer muchas evaluaciones, automáticamente permitirá a los alumnos van a mejorar su actuación, falso. La evaluación por sí misma no mejora la educación. Por lo tanto, hay que tener claro el para qué de las evaluaciones que hacemos y qué valores son los que se están promoviendo. 

Implementación de programas educativos que después no se evalúan
Hemos sido testigos de cómo surgen iniciativas referidas a la evaluación del aprendizaje, para las que se destina una suma considerable de recursos, sin que posteriormente se evalúen sus resultados.

LO FEO
Homogeneidad que niega la diversidad
La evaluación es un claro ejemplo de esta política que homogeniza realidades tan disímbolas.
Las pruebas nacionales estandarizadas que se aplican actualmente, por su propia naturaleza y diseño, no pueden reconocer la diversidad de las poblaciones escolares a las que se les suministran, aunque la información que brindan y las decisiones que se toman a partir de estos datos, sí que están afectando de manera significativa la actuación de los centros escolares, y la vida presente y futura de los sujetos evaluados.

Usos segados de los resultados de la evaluación… cuando se usan
Una práctica común es que los resultados de la evaluación del aprendizaje no se empleen para un fin determinado, con lo cual parece que la evaluación sólo se hace para cumplir con una exigencia administrativa, y una vez realizada ésta, la información se guarda en el cajón sin que pase nada.
También es frecuente el empleo de los resultados de la evaluación para justificar ciertas políticas o programas que responden a los intereses particulares de un individuo o grupo, el cual tiene el poder para patrocinar una evaluación que sirva a sus propósitos, cualesquiera que éstos sean.

Evaluación que fomenta la cultura de la simulación
La evaluación se ha empleado para guardar las apariencias y decir que todo marcha bien, sobre todo en tiempos aciagos en los que se sabe precisamente que las cosas no andan bien. A nivel micro lo que se pretende es ocultar las debilidades, vacíos o carencias para salir bien librado del juicio evaluador.
El fin justifica los medios, no importa si los medios empleados son éticos o lícitos.
Pero lo anterior no sólo ocurre con los alumnos, también los docentes han desarrollado sus estrategias simuladoras, por ejemplo, sabemos de maestros que piden a sus alumnos con bajo rendimiento que no asistan a clases el día que se va a aplicar a su grupo el examen de conocimientos, cuyos resultados se tomarán en cuenta como parte de la evaluación docente, sólo para evitar una mala evaluación. Nuevamente, el fin es lo más importante a costa de lo que sea.

Evaluación conducida por personal improvisado
“Todos sabemos de evaluación, porque alguna vez hemos sido evaluados”. De acuerdo con Nevo (1997), para ser un evaluador competente y fiable se necesita la combinación de una amplia gama de cualidades y características, entre las cuales destacan: a) competencia técnica en el área de la medida y la investigación, b) conocimiento del contexto social y de la naturaleza del objeto de la evaluación, c) destreza en relaciones humanas, d) integridad personal y objetividad, y e) características relacionadas con la autoridad y la responsabilidad. Según este mismo autor existen varios tipos de evaluadores:
• Evaluador interno: generalmente es contratado por los responsables del proyecto y les informa directamente.
• Evaluador externo: no está contratado directamente por los responsables del proyecto y goza de mayor independencia.
• Evaluador profesional: tiene una amplia formación en evaluación y su principal responsabilidad consiste en dirigir evaluaciones.
• Evaluador práctico: no suele estar especializado en evaluación y su implicación en la misma representa sólo una parte de su trabajo.
  
Reflexiones finales
1.       La evaluación es polifacética, tiene diversos ángulos y cumple distintas funciones en la sociedad.
2.       La evaluación del aprendizaje en su dimensión constructiva tiene una cara positiva, formativa, retroalimentadora, que ayuda a los sujetos a aprender, a querer continuar aprendiendo y a desarrollarse. Ésta es la vertiente que debemos potenciar y promover en las instituciones educativas si queremos hacer de la evaluación un proceso de comprensión y mejora de la educación.
3.       La evaluación continúa mostrándonos su cara negativa, nociva, excluyente, que puede producir lesiones severas y daños irreversibles en los evaluados. Tal vez todos guardamos en el baúl de nuestros recuerdos experiencias de ambos tipos, tanto positivas como negativas, pero seguramente las anécdotas que más evocamos, incluso con vehemencia y hasta con cierta dosis de ansiedad o resentimiento, son aquellas en que sufrimos alguna vejación o fuimos víctimas de la evaluación en manos de un profesor perturbado.
4.       Las prácticas de evaluación afrontan la ausencia de un método o sistema de recopilación de información, confiable y válido, que pueda servir de base a los juicios valorativos; la falta de confiabilidad de la información; la existencia de interpretaciones y concreciones múltiples sobre conceptos como normas de resultados, estándares, criterios de calidad; la carencia de efectos de las evaluaciones para diseñar planes de mejoramiento de las instituciones que tengan como base un mejor conocimiento del estado en el que se encuentran, es decir, una base valorativa y, lo más grave, la tergiversación de los procesos escolares en razón de las evaluaciones de que son objeto.
5.       El sistema educativo , no presenta mejoras hacia una evaluación auténtica, más cualitativa, centrada en los procesos de aprendizaje y en las personas como aprendices; en vez de orientarse hacia una evaluación formativa, integral y humana, lo que se observa, a juzgar por la importancia revelada en la cantidad de recursos invertidos que actualmente están teniendo las pruebas nacionales estandarizadas para evaluar tanto a los alumnos como a las escuelas y sus profesores, es un preocupante retorno al pasado en el que la evaluación era concebida como sinónimo de medición, reduciendo así su alcance y coartando sus posibilidades de mejora de la educación.

6.       Lo que estamos presenciando en nuestro sistema educativo es que para que la evaluación goce de autoridad y legitimidad ha de adoptar la forma de medida. Esta perspectiva claramente entroniza el paradigma positivista de la evaluación que, a decir verdad, nunca se ha ido del todo del sistema educativo.

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